sábado, 13 de noviembre de 2010

El agente Johnson

Un hombre de mediana edad, acudió al servicio de urgencias del hospital de la ciudad. Una vez dentro, se registró con el nombre de Harry Backman. También solicitó ingresar en la sala de psiquiatría. La gracia del asunto es que a pesar de que todos los documentos le identificaban como Harry Backman, resultaba que su nombre real era Johnson. Un enfermero le preguntó cuál era su apellido entonces, si Harry no era él. Su respuesta fue: "No me está permitido revelarlo". Y no hablaba en broma, explicó ante las caras de sorpresa de los residentes de psiquiatría que en realidad él era el agente Johnson -como el limpiador...-, del FBI, nada menos, y que estaba encargado de descubrir el paradero de Harry Backman, que había desaparecido.

Se ve que el tal Harry, según Johnson, viajaba de ciudad en ciudad, y el también, Johnson, claro, viajaba, haciéndose pasar por paciente en hospitales de psiquiatría donde Harry había estado ingresado para recabar información. De momento tenemos un buen argumento para una película, lástima que se trata de una caso real como la vida misma.

El asunto sigue así. Harry era epiléptico y tomaba medicación. Johson no, por supuesto, que le buscaba y se comunicaba con sus superiores de la "Agencia" con una radio especial supersecreta de alta tecnología. Las órdenes que había recibido eran sorprendentes. Debía venir justo a este hospital y ser admitido en psiquiatría como paciente porque Harry, el otro, había sido tratado cuando tenía diez años. Y bueno, quizá se podía seguir su pista de estado en estado. De hecho, los servicios de inteligencia siempre demuestran muy poca inteligencia, recuerden Irak amigos de la red, así que un disparate más no sería tan raro, incluso estaría dentro de la lógica borrosa de los defensores de la ley.

Ahora viene lo más bueno, el paciente Johnson -o el agente, depende desde dónde se mire- confesó su miedo de que el Harry real estuviera muerto y enterrado, y lo que es peor, oh qué terrible, de que un impostor estuviera suplantándole para cobrar el subsisio de enfermedad.

A estas alturas, ya empieza a ser muy difícil saber quién es más real si Johnson o Harry, si hay más de un Harry más de un Johnson, resulta difícil hasta saber cómo me llamo y ustedes lectores deben haber olvidado hasta el día en que nacieron, que, en parte, mucho mejor, estaba muy oscuro y hay poco que recordar excepto la palmada en el trasero. Los médicos siempre igual de simpáticos y emprendedores.

El final, ya se lo pueden imaginar, el agente Johnson vivía en un centro, pero no precisamente de inteligencia, sino psiquiátrico, y su nombre real era, efectivamente Harry Backman. Bueno, ¡eso es que lo dicen los médicos!, porque Johnson sigue de misión secreta y cree que todos los médicos, funcionarios y demás asalariados no son sino espías, y también los barrenderos, los camareros, la mujer que pasea al perro, la vecina, el oficinista. Todos todos son espías y forman parte de un complot universal que se inicia a los diez años de Harry en el hospital. Ya lo ven, la historia de la civilización no empieza con Adán, sino con Harry. Harry es el primer hombre. Todos venimos de Harry. Somos clones de Harry. ¡Viva Harry! ¡Harry ha muerto, viva Harry!

El agente, como Harry, también era epiléptico, y después de sufrir un ataque, un enfermero le preguntó: "Pensaba que era Harry y no Johnson el que tenía epilepsia". Seguramente se debió de sentir muy gracioso por esta ocurrencia, al poner de manifiesto la contradicción del supuesto paciente. Sin embargo, años de entrenamiento secreto en la "granja" de la CIA, encapuchado, permitieron al agente Johnson dar una réplica muy acertada: "¡YO SOY Harry!", exclamó el agente experimentado, con una sonrisa en la cara, a ver qué se habían creído, y además "¡Por fin le he encontrado!". Johnson encontró a Harry. Y Moisés la tierra prometida. Fin de la misión. Objetivo cumplido. La humanidad podía disfrutar de un nuevo amanecer.
(Dedicado con aprecio a DOBBLE GUM)