domingo, 18 de julio de 2010

Ondas y olas

Las ondas de choque de las armas de fuego portátiles las produce el proyectil en su movimiento de avance. En el mar también hay ondas, y olas, pero no son peligrosas porque no alcanzan la alta velocidad de las balas, de lo contrario sería como bañarse en medio de un fuego cruzado infernal. Gracias a esta lentitud, nos podemos bañar y tomar el sol, el que tenga la suerte de disponer del tiempo o estar de vacaciones. La onda se produce porque el proyectil comprime ante él el medio por el que circula, formando un área de compresión que se desplaza como una onda de choque de forma esférica, como una pelota mortal. En cambio, las ondas de choque secundarias, se forman en la cola o base de los proyectiles de antecarga o retrocarga, al ser llenado de aire violentamente el vacío que van dejando en la trayectoria. Como los ingenieros se las saben todas, para evitar esta onda se da a la base una forma de cono truncado. Esto es lo que no vemos, y esperemos no tener la desgracia de ver los efectos del proyectil bien visibles.

El trono imperial

No vamos a hablar de Sisí la emperatriz precisamente, sino de algo un poco más sucio y menos glamuroso. El "trono" no es más que un tipo de retrete especial en el que se hace sentar a los contrabandistas o "mulas" sospechosas de llevar algo en sus intestinos que hace compañía a sus excrementos. Es un inodoro seco donde el sospechoso debe plantar el pino bajo la atenta mirada de funcionarios con batas blancas. Se emplea un chorro de agua para pasar las heces a un depósito de acero inoxidable y una ranura para insertar la mano enguantada. No se trata precisamente de alta tecnología. Una vez en la caja, los excrementos se examinan con cuidado y delicadeza: se pueden lavar, tocar, palpar con una mano enguantada o someter a pruebas. Es como una versión funcionarial del beso negro o de trabajos lubricados en la puerta de atrás. Pero como las ciencias adelantan que es una barbaridad, este método sucio y degradante ha sido sustituido por escáneres y rayos X de todo tipo. ¡Qué lástima, con el encanto que tenía sentarse en el trono! ¡Sin contar el morbo de que te observen funcionarios o funcionarias vestidos como enfermeras!

Zombis caseros (3ª parte)

Volvamos al zombificador Dahmer, después de su fracaso en su primer experimento... ¿Qué buscaba Dahmer? ¿Qué motivos ocultos movían sus actos irracionales? Es muy sencillo, no quería estar solo. Cuando durante el interrogatorio en el tribunal le preguntaron: ¿Qué hacía falta para que dejara de matar? Dahmer respondió con toda tranquilidad y convencido: "Una relación permanente". Vamos que en el fondo era un romántico en busca del príncipe o la princesa de sus sueños, un poco parada eso sí, y que no diera mucho la lata. ¿A lo mejor un robot hubiera sido una mejor solución, y menos sangrienta? Pero al zombificador no se le ocurrió o prefería algo más "humano". En todo caso, como el ácido mató a la primera víctima, Sinthasmophone, decidió cambiar el ácido por agua caliente, según criterios químicos inexplicables.
El Sr. Winberger fue el elegido para esta nueva prueba, que complementaba el agua caliente en el agujero del cráneo, a modo de lavativa cerebral, con dosis de píldoras. Al principio pareció funcionar, la víctima estaba en un estado semifuncional, incluso era capaz de ir al baño...
En el fondo el Sr. Dahmer era un buen ciudadano, ya que trabajaba y además era puntual. Al ir un día al trabajo, repitió la inyección de agua caliente en el lóbulo frontal y una buena dosis de pastillas. Se ve que se le fue la mano, porque cuando regresó a casa se encontró a su "querido" Winberger muerto. El experimento había fracasado otra vez y ya no habrían más lobotomías caseras porque fue detenido. Una vez capturado confesó que había pensado en otros sistemas de zombificación, como insertar un cable en el agujero de la cabeza y aplicarle descargas. Así pues, poco faltó para que patentara ¡el primer ciborg! de la historia de la humanidad. Hemos de pensar que la precariedad de los materiales utilizados y la falta de estudios, así como la falta de colaboración de los laboratorios y de la sociedad civil, frustraron una brillante carrera científica que sólo encontró salida en el asesinato. No hace falta decir que esto es broma claro. O bueno, ¡quizá se equivocó de época!, en la Edad Media habría hecho furor, con los colegas médicos que sacaban la piedra de la locura a lo bestia, habría sido el rey de las trepanaciones.