domingo, 30 de mayo de 2010

De qué sirven las penas

Las penas son sanciones que se imponen al responsable de una infraccíón penal. El supuesto efecto disuasorio es en la práctica una ficción, aunque, algo es algo, da trabajo a los funcionarios de prisiones y pensión completa a los reclusos. La ley existe porque existe el delito y a la inversa. Un bonito círculo vicioso. Las penas se pueden clasificar en función de criterios de todo tipo. Si nos fijamos en su clasificación legal, penas graves, menos graves y leves. Más interesante, según su naturaleza: penas privativas de libertad, como la prisión o la localización permanente. O también, penas privativas de derechos, como la inhabilitación, prohibiciones y las famosos trabajos en beneficio de la comunidad, que no engañan a nadie, ni al infractor ni al legislador, y penas pecuniarias. La ley es la ley. El delito es el delito. La pena está entre los dos. Y seguirá estándolo.

El crimen perfecto

Lo primero que se aprende en Criminología es que el crimen perfecto existe. Es el hombre, el ser humano. La humanidad. Lo sabe todo el mundo. No hay juez. No hay autoridad superior. Todos los delitos son posibles para la raza humana. No debe rendir cuentas ante nadie. Dios ha muerto. El hombre es la única ley del hombre. Nadie le puede parar. Ni los ángeles ni los demonios. La conducta típica, antijurídica y culpable está muy bien. Tipificable como delito y sancionable. ¿Y qué? Esto nunca ha impedido el delito ni el crimen. Todos somos culpables en un momento u otro. Lo segundo que se aprende en Criminología es que no existe la presunción de inocencia. La historia de la humanidad es una historia criminal. Sin juicio. Sin castigo. Sin perdón. Con ley.