lunes, 4 de abril de 2011

La zombificación japonesa

El futuro será amarillo. No muy color limón ni ácido, más bien color de cera de los muertos. El cambio de la sociedad feudal a la industrialización a todo trapo, a toda máquina, sentó fatal a los japoneses y todavía no lo han digerido. ¡Qué va! Los ha trastornado por completo y vaciado por dentro como un limón seco, medio rancio. Es difícil imaginar un pueblo que haya alcanzado tales cotas de perversión, cinismo y sumisión, y no es extraño, es lo lógico ver jovencitas desnudas japonesas fornicando en pareja con un pulpo vivo, que es como el pulpo a la gallega, pero el toque oriental consiste en orinar encima del cefalópodo primero. ¡Para que esté más a gusto, que lo frío siempre molesta en ciertas zonas! O dibujos de mutilados que penetran con sus muñones cuerpos ansiosos. La decadencia de Occidente no es nada comparada con la decadencia de Oriente. Nada de nada. Están acabados. Y apañados estamos. Los hemos matado a golpe se empresa y capitalismo desenfrenado. Lo bueno es que ellos nos van a comer a nosotros, con palillos y sin cocer siquiera. Sushi de hombre blanco. A estas fechas, después de la broma nuclear, lo normal sería que el emperador hubiera sido desmembrado y sus piernas y brazos colgaran de las farolas como adornos de Navidad. Su cabezón merece un tratamiento aparte, quizá como urinario público. Y a los dementes que han convertido a Japón en una bomba nuclear en potencia, construyendo con entusiasmo decenas de centrales ¡en una isla!, a los directivos de las centrales y empresas eléctricas, deberían como mínimo tirarles al mar con un bidón lleno de residuos radiactivos atado a los pies. A ver si así dejan de sonreír y saludar. Ya, tome ejemplo en lugar de criticar, lo que pasa que el pueblo japonés es muy tranquilo, se lo ha tomado todo con mucha tranquilidad. Son muy serenos los tíos. Un comportamiento cívico irreprochable. Lo que tú digas amigo. Con la misma serenidad y tranquilidad que eran kamikazes concencidos, que crearon campos de experimentación con seres humanos en Manchuria, prostituyeron a las mujeres de media Asia... Un inciso, es legendario el corto tamaño del miembro japonés, en todo caso, a pesar de su limitaciones la soldadesca era muy fogosa... Y seguimos, campos de concentración... y muchas más delicias orientales. Siempre obedientes y tranquilos, eso sí. Tranquilidad que no falte. Ahora les dices que mañana se acaba el mundo y que han de degollar a toda la familia, y se agachan, saludan, medio sonríen y se van a la cocina a afilar el cuchillo. Tranquilos, muy tranquilos. La huelga a la japonesa consiste en no dejar de trabajar. Como les inculcamos el capital, pues van y se lo toman en serio, llegan hasta el fondo, sí señor, muy profesionales, con ganas y convencimiento, hasta con alegría, hasta convertirse en los muertos del presente que nos van a comer y matar a todos. Nos van a devolver con creces el marrón en que los hemos metido. Si es que el amarillo da mala suerte. A qué colonizador descerebrado se le ocurrió pisar las tierras orientales. El Marco Polo podía haberse quedado quieto. ¡Y ahora no habrían centrales nucleares como hongos en un país lleno de locos amantes del manga y el trabajo!