martes, 29 de junio de 2010

Zombis caseros (1ª parte)

En algún momento, alguien podría decidir que la compañía ideal y de fidelidad asegurada es el zombi, dado que no protesta, prácticamente no gasta y es fácil de mantener al lado, sin las molestias tan desagradables y tediosas de las mascotas. Eso sí, mejor que su boca se mantenga alejada de nuestras carnes. Este alguien ha existido, se llama Jeffrey Dahmer, tan bien conocido como el asesino en serie de Milwaukee, un antiguo soldado profesional que tuvo la genial idea de crear un método de zombificación para tener un amigo permanente. Antes había probado con algunos sujetos que asesinó, pero claro, hay un problema, los muertos se descomponen, no duran mucho y encima, mucha compañía no es que hagan, confesó el asesino.
La técnica que utilizó Dahmer en un primer momento era perforar el cráneo de sus víctimas con un taladro, introducir una jeringuilla e inyectar en la cavidad craneal ácido muriático. La primera vez, con un tal Konerak Sinthasmophone (sin relación aparente con el i-phone...), la cosa no funcionó demasiado bien, porque el muchacho no se transformó en lo bastante "zombi" y, en un descuido, salió a la calle, no muy entero, eso es verdad. De vuelta a casa, como si trajera la mascota al hogar, le inyectó una dosis mayor que resultó mortal. El primer experimento había resultado fallido. La víctima todavía "pensaba" demasiado y por lo tanto tenía voluntad y recuerdos. Había que mejorar la receta.

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